miércoles, 8 de julio de 2009

LA CASA VACÍA

Hacía ya más de once meses que no había vuelto a poner los pies en aquella casa, que acogedora, había sido su humilde morada. Tras varios intentos en los que no pudo pasar del umbral, y a diferencia de otras veces, Macarena se hizo acompañar de su marido y su pequeña hija María.
En el transcurso del camino, miraba a sus dos compañeros: Javier; su marido; un hombre joven, como ella, bien parecido, de mirada penetrante, buenos modales y afable trato. Su gran corazón había conseguido que el discurrir de los meses tras la muerte de su madre y la disolución de la familia, no hubiesen hecho tanta mella en el dolorido y abultado cuerpo de Macarena, que en aquel entonces, estaba encinta de la niña. María; la pequeña, revoltosa y juguetona María, había traído a sus vidas una revolución tal que ya todo había cambiado; desde horarios y costumbres mundanas hasta la más insignificante de las sensaciones y experiencias vividas hasta ahora.
A Macarena, solo le quedaba una espina en el corazón; que su madre no hubiera podido conocer a la que sería su primera nieta.

Al llegar a la vivienda y girar la llave; el vello se le eriza, pues éste gesto tan cotidiano, ha traído a la memoria de nuevo una época de su joven vida que ya creía olvidada.Entraron y fué recorriendo las distintas dependencias recogiendo y ordenando objetos dormidos en el polvo de meses de ausencias; objetos que iban desgranando en la memoria historias miles de secuencias vividas.

Javier y María, habían quedado en la sala mirando y comentando viejas fotografías que plasmaban la vida, hoy muerta, de aquella casa. Entre sus risas despreocupadas y joviales, que se oían lejanas, Macarena notó y escuchó cómo algo se movía detrás ,y, girando la cabeza con desconfianza, solo pudo observar cómo la cortina hacía mecer un liviano y frágil artilugio colgado del techo, recuerdo de una de sus visitas a la playa(aunque ella juraría que no se movía ni una hoja de los árboles al venir).

Haciendo caso omiso del trivial fenómeno-cosa que no le costó gran esfuerzo, pues no creía en tales naderías- fué pasando por todas las habitaciones del lugar, dejando embaladas sensaciones y trastos varios que ya se encargarían de recoger los demás familiares. Todo fué controlable hasta que llegó el turno de la habitación "prohibida"- el dormitorio principal- en el cual se daban cita sufrimientos, lágrimas, impotencias ante la enfermedad y el languidecer de una persona enferma que durante dos eternos años sentía apagarse poco a poco a pesar de sus ganas de vivir, su fortaleza y el amor que profesaba a sus hijos. Allí todo fué más difícil y complicado, pues los recuerdos- dolorosos todos- surgían de cada cajón del armario, de la ropa que, primorosamente y con dedicación, Macarena doblaba para, por fin, despedirse de esa persona, tan importante en su vida, a la que ella , en su inexperta juventud, no había dedicado todo el Amor, el cariño y la comprensión que hubiese merecido.

Tan absorta estaba en tan hiriente tarea, que no percibió los extraños y sutiles movimientos de sábanas, ni tan siquiera la frágil imagen que en el espejo de la cómoda- de espaldas a ella- se iba formando, etérea, casi invisible, de una hermosa dama,joven y lozana, que en su cara esbozaba gran ternura y en cuyos labios parecía formarse una palabra, que de haberla visto u oído, hubiese puesto al corazón de Macarena en un grave aprieto.....HIJA.

La ocupada Macarena, terminando entre lágrimas de total tristeza la tarea encomendada, se une de nuevo a su pequeña y única familia para despedirse por siempre de aquel hogar, en el que tan feliz y desgraciada había sido.

Ella va delante; Javier y la niña detrás, de la mano cuando, de repente; María gira la cabeza con cara de sorpresa y formando una gran sonrisa, lleva su pequeña mano a la boca, lanza un beso al dormitorio y dice adiós con su mano a un "halo" misterioso que, con pena en la mirada, los ve marchar.
Javier, que observa la escena con asombro, le pregunta:
- ¿Qué haces, cariño?.
Y ella le contesta:
-Nada, papi, me despido de la abuela.

-Ahora, ya puede irse en Paz-

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