viernes, 17 de julio de 2009

LUNA HERIDA


Ya se hizo la noche, ya el sol se llevó consigo claridades y certezas que, en la luz, no dejaba resquicio alguno a inseguridades ni miedos.
En la eternidad de la noche, en la inmensidad del cielo y en medio de millones de brillantes estrellas, una tímida esfera, asoma su rostro entre dos ingenuas nubes buscando el cuerpo que ella ansía, que ama desesperadamente.
Ella, la luna, sabe que nunca le podrá pertenecer pero, a su pesar, todas las noches sale a buscarlo; se conforma con observarlo con timidez desde la lejanía de su cuna, mientras da rienda suelta a su amargura y amor.
!Mira!, ahí está; escondido en la protección que la noche le brinda, más no está solo, le acompaña su amada.
No puede tocarlo, sentirlo, abrazarlo, darle consuelo de amantes; tan solo regalarle su luz; haces luminosos que acaricien su aterciopelada piel morena.
Resbalándose por el hombro, la claridad de la luna, ilumina lentamente uno a uno los pliegues de su piel besando con mimo cada poro de su cuerpo; los contornos oscuros empiezan a perfilarse bajo sus tímidos rayos, y, la pobre luna, envidiosa, lo mira invadiendo el territorio de los enamorados, que, ignorantes al dolor que en el cielo se respira, dan rienda suelta a su deseo.

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