LA ULTIMA NOCHEBUENA

Para él, se podría decir que era un día cualquiera, aunque, en el fondo, todo a su alrededor le indicaba lo contrario, sumiendo sus deseos en un pozo vacío.
Era el día de Nochebuena y todo era bullicio a su alrededor; las luces brillaban con todo su esplendor-pareciesen estrellas en la gran ciudad-, los escaparates atestados de lindos objetos y juguetes se reían a su paso, transformando por un día su inanimada vida; la gente andaba con prisa y sin miramientos como si su falsa vida dependiera de un segundo; y él, tranquilo, con andar pausado, arrastraba su tristeza al ritmo de sus pasos.
Regresaba, como tantas jornadas, a su humilde morada; su refugio de paz-apenas una casucha con techo decadente y humedades amigas. En las manos, una pequeña bolsa con humilde alimento y una ilusión por pedir; ¿quizás hoy?...
Se acostó a su llegada, pues el camino era largo hasta las afueras y el cansancio hacía mella en su maltrecho, pequeño y malnutrido cuerpo, y se tapó con la única y roída prenda de que disponía.
Los sonidos de ficticia felicidad llegaban hasta sus oídos mutilados y mitigados por la distancia y el frío reinante, y ya, entre el sopor insistente que cerraba sus ojos solo pudo balbucear su último y repetido deseo de todos los años:
-"Quiero despertar al lado de mamá; entre sus cálidos y suaves brazos, sentir su sonrisa y su dulce mirada y escuchar de sus labios una dulce nana."
...Y por fin, este año, su deseo fué escuchado.
Por fin vivió una Nochebuena feliz.